En Langley, una pequeña ciudad del Estado de Virginia, ubicada a pocos kilómetros de Washington, está la sede de la Agencia Central de Inteligencia - CIA - o como suelen llamarla con cierta familiaridad; sus agentes y empleados: "La Compañía". En una pared de mármol del vestíbulo central está inscripta una frase tomada del Evangelio según San Juan: "... Y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres". En el piso, diseñada con colores brillantes está el águila imperial y bajo sus garras yacen los símbolos de los Estados Unidos rodeados por un círculo que encierra al conjunto. En el interior del semicírculo se lee: Central Intelligence Agency y en la parte inferior United States Of América. Esta es la insignia del aparato de espionaje global, encargado de la guerra sucia y secreta que libra el moderno imperio en todo el mundo y con especial énfasis en pueblos latinoamericanos.
La Sede de la CIA, los Nuevos edificios, el edificio original y la cúpula del auditorio.
A los políticos de alto nivel, a los representantes de la "clase superior" y a los directores, jefes y empleados de la CIA, les agrada e interesa que esa nefasta organización dedicada a la subversión, al sabotaje y al terrorismo se la conozca como el "gobierno invisible", "el Estado en el Estado" o de modo simple como la "organización más secreta". A través de una propaganda sofisticada, técnica y científicamente ejecutada se han creado muchos mitos, que envueltos en ropajes misteriosos, han provocado sentimientos de temor y respeto entre el pueblo norteamericano y en los países tercermundistas, víctimas de las operaciones clandestinas de la Corporación. Películas "made in Hollywood", series de televisión, reportajes sensacionalistas difundidos por todos los medios de comunicación social relacionados con problemas de inteligencia, servicios de información o "documentos extraconfidenciales", han contribuido para crear y agrandar la imagen de la CIA, como si ella estuviera integrada por héroes que luchan por la verdad, la justicia, la paz y los derechos humanos y que vencen en todas las batallas a los "malos" -lease comunistas, fascistas, islamistas, etc- para salvar a los pueblos y a los hombres de la barbarie de los totalitarismos.
Organización ..........
La realidad es diferente. Los hombres y mujeres de la CIA no son héroes ni están identificados con los valores fundamentales del humanismo. En su esencia, son meros instrumentos del imperialismo y como tales cometen toda clase de crímenes y delitos en contra de gobiernos, Estados, naciones y pueblos a los que los Estados Unidos debe dominar y tenerlos bajo su control, para ejercer sus planes expansionistas y hegemónicos. Tampoco es cierto que la CIA actúe bajo la frase del Evangelio según San Juan ya que la mentira y el engaño son parte de sus armas preferidas y características particulares y no es verdad que la CIA por si y ante si sea el "gobierno invisible" o el "Estado dentro del Estado".
El mentís inicial a las patrañas y fábulas de la CIA, provino del ex-agente de la "Compañía" Philip Agge, quien sostuvo por ejemplo que el "Director de Inteligencia Central -DIC- se describe como un hombre con dos sombreros. Primero, él es el consejero de inteligencia principal del Presidente y del CNS (Consejo Nacional de Seguridad), y segundo, él es el Director de la CIA. Directivas formales se dan al DIC a través del CNS mediante documentos provenientes del DIC y dirigidos a los miembros apropiados de la comunidad de inteligencia incluyendo la CIA. Estos documentos se llaman directivas del Director de Inteligencia Central, DDIC. Dentro de la CIA, estas DDICs están particularizadas en gruesos y cambiantes volúmenes de regulaciones y otras instrucciones... Estos son los documentos que rigen todo, desde la compilación de las operaciones de inteligencia en el extranjero a través de operaciones políticas, psicológicas, paramilitares, al igual que operaciones de comunicaciones y trabajos de compilación electrónica de inteligencia. La documentación y estructura burocrática muestran claramente que lo que la agencia hace es seguir órdenes del Presidente y del CNS. La CIA no toma decisiones sobre política ni actúa por cuenta propia. Es un instrumento del Presidente".(1) Y, el presidente de los Estados Unidos responde al objetivo permanente e inalterable de la "clase superior": cumplir con el destino manifiesto. Entonces no existe ningún gobierno invisible y menos un Estado dentro del Estado ni es la todopoderosa y más secreta organización del imperio. En consecuencia, los primeros responsables de los crímenes y toda clase de delitos que ha cometido la CIA en nuestros pueblos, son sin lugar a dudas, los presidentes de los Estados Unidos.
Ante esa irrefutable verdad fracasan los apologetas de la CIA, que como Harry Ramson, el especialista norteamericano en asuntos de inteligencia llegara a afirmar que la "Corporación" es "la fuerza motriz principal de las maniobras políticas internacionales" (de los Estados Unidos).(2). "Tras estas apariencias se deja ver nada más que el deseo de mantener en la sombra el papel de los que rigen realmente la política, ocultar el hecho de que la CIA es, en efecto, un instrumento obediente de los círculos gubernamentales. La descarada injerencia de la CIA en los asuntos internos de otros Estados hace que ésta ponga en marcha planes expansionistas del capital monopolista que procura establecer su dominio en el mundo entero" sostiene F. Sergueev. (3)
Los servicios de inteligencia de los Estados Unidos y en particular la CIA tienen trabajos específicos que desarrollar y entre ellos se destacan la subversión desestabilizadora, sabotajes y terrorismo contra regímenes considerados "molestos" o "peligrosos" para el imperialismo, el soborno descarado hacia gobiernos, autoridades y políticos, organizaciones de trabajadores, estudiantiles y populares y ejecutan un sinnúmero de actividades como promover huelgas, organizar manifestaciones de masas, agitar a los pueblos para ocasionar disturbios políticos, interceptar teléfonos, abrir correspondencia privada y oficial, desarrollar acciones de propaganda, dirigir y distribuir anónimos y pasquines, instruir en prácticas de torturas, desapariciones y asesinatos a los aparatos represivos nacionales, acciones encaminadas fundamentalmente contra todo cuanto huela a comunismo y socialismo, movimientos progresistas y democráticos, contra hombres y mujeres que ansiaron y ansían para sus pueblos, el fin de la tutela yanqui.
Edificio Original
En las oficinas del complejo arquitectónico de Langley, se planifican las actividades de la CIA y desde allí se destinan a los agentes-espías-terroristas, a diversos países del mundo. Especial atención de los gobiernos norteamericanos y su tenebroso brazo CIA, está dedicada a América Latina, región considerada como propia pero casi siempre reacia a ser sometida a la total hegemonía yanqui, porque a estos pueblos les sobra patriotismo y voluntad de ser libres. En contrapartida, a las clases dirigentes -civiles y militares- les falta amor a sus patrias porque aman al dólar, por sobre todo cuanto es y existe, tanto que le convirtieron en su Dios y bandera y el dólar es semilla de su podredumbre moral y base del imperio para someter a nuestros pueblos.
Las oligarquías criollas y sus títeres identificados con las derechas políticas y económicas son intermediarios en los procesos de neodominación y neocolonización, nexo de la CIA y coautores de sus éxitos en la ejecución de sus operaciones criminales, puesto que "por más dinero y poder que tenga la CIA, sus siniestros planes no pudieran avanzar y cumplirse de no mediar la complicidad y podredumbre de la burguesía nacional, que traicionando a su Patria, se pone al servicio de una potencia extranjera a cambio de dólares y para mantener la opresión y explotación sobre nuestro pueblo".(4) En base a esa complicidad, la CIA ha obtenido triunfos y éxitos en Latinoamérica pero ha fracasado ruidosamente en Cuba en donde existe un Gobierno Popular y Democrático que entiende a plenitud el significado de soberanía y dignidad y en donde vive un pueblo comprometido con un proceso revolucionario de verdadera libertad e independencia, que conoce del sentido heroico de la historia de su Patria y de la que ha huido la burguesía -que en su eterna actitud felona es- cómplice de los afanes de la CIA y del imperio, en sus despreciables planes, diseñados para derrocar al Gobierno del Comandante Fidel Castro y proceder a liquidar la Revolución y "reinstaurar en Cuba la democracia y la libertad", al estilo norteamericano, que es lo mismo que volverla al redil de los dictados yanquis a los que están sometidos nuestros países.
América Latina ha ocupado desde siempre un lugar especial dentro de los proyectos expansionistas y hegemónicos de los Estados Unidos porque le es importante desde dos vertientes:
1.- Disponer a su antojo de las riquezas naturales y humanas y
2.- ocupar su territorio con fines estratégicos de su agresiva maquinaria de guerra enfilada a dominar el mundo.
Estas son las razones para que los círculos gobernantes del imperio hayan convertido a nuestras naciones en víctimas de los dictados neocoloniales y hayan convertido a nuestros pueblos en receptáculos de las acciones criminales de la CIA.
Para un mayor y efectivo control del imperio hacia América Latina, la Agencia Central de Inteligencia estableció la División del Hemisferio Occidental, bajo dependencia del Directorio de Operaciones. Esta División está subdividida en cinco secciones:
1.- Comprende a México y los países de América Central con especial énfasis en Nicaragua, Guatemala, Honduras, El Salvador y Panamá. Costa Rica no es un Estado que cause mayores problemas al status norteamericano.
2.- Subdivisión o Sección que controla a los países de El Caribe y en particular a República Dominicana, Haití, Jamáica, Bahamas, Bermudas, Granada. Puerto Rico, en su calidad de Estado Libre Asociado, es una virtual colonia norteamericana.
3.- Es la Sección encargada de las actividades que ejecuta en los países del Pacto Andino: Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú. Chile está incluida en esta Sección.
4.- Es la sección dedicada exclusivamente al Brasil, país que por su tamaño, situación geográfica, desarrollo económico y problemas sociales y políticos es considerado clave en los planes de dominación expansionista para América del Sur.
5.- Sección establecida para el control de los países de la Cuenca del Río de la Plata: Argentina, Uruguay y Paraguay.
Cuba, por su decisión revolucionaria, por ser el primer país latinoamericano libre del dictado del imperio y por ser la primera experiencia en la construcción del socialismo en esta parte del mundo, se hizo acreedora a convertirse en centro de actividades y de todo tipo de operaciones encubiertas de la CIA, a través de una subsección altamente especializada.
En cada país existe una Estación, ubicada en las capitales estatales, generalmente adjunta a la Embajada USA. Cada Estación está dirigida por un Jefe de Operaciones que actúa bajo la fachada de algún estatuto diplomático; como primer secretario o consejero político, para que en caso de necesidad, se ampare en la famosa inmunidad diplomática. Los agentes y empleados de la CIA desarrollan sus actividades bajo las órdenes del Jefe de Estación ya sea que tengan asignación en la capital de la República o en alguna otra ciudad considerada de importancia, pero todos los espías de la Corporación tienen una "fachada" legal ya que son funcionarios de la Embajada de los Estados Unidos, de los consulados, de la Agencia para el Desarrollo Internacional -AID-, de fundaciones norteamericanas con fines "humanitarios" y de "ayuda", de sectas religiosas protestantes como los Testigos de Jehová, los Mormones o cualesquiera otras "iglesias" o son miembros de secretarías, de los Cuerpos de Paz, de YMCA, Care, Caritas, Punto IV, institutos lingüísticos, institutos culturales norteamericanos, Comisión Fulbright de estudios de inglés y concesión de becas, agencias internacionales de prensa de origen norteamericano o infiltrados en agencias de terceros países e incluso son miembros de múltiples delegaciones oficiales del gobierno estadounidense, que suelen recorrer por nuestras naciones, en el cumplimiento de sus tareas depredaroras y miserables actividades de dominación, con el pretexto de "estabilizar la región y salvaguardar las sagradas instituciones democráticas y las libertades de los pueblos" o de "ayudas" que enmascaran las verdaderas intenciones de subyugación a nuestros pueblos.
Jamás, en la política exterior norteamericana referida a Latinoamérica existió transparencia, honestidad y sinceridad. Nunca los Estados Unidos comprendieron la realidad de nuestros pueblos y sus esperanzas de justicia social e igualdad económica en regímenes democráticos, soberanos, independientes y libres. Las relaciones del "coloso del Norte" se fundamentaron en tesis expansionistas y falsas teorías, en condiciones de desarrollo desigual y en sus particulares planes estratégicos de detención del comunismo a raíz del triunfo de la Revolución de Octubre en la Unión Soviética, planes que se incrementaron luego de la derrota del fascismo con la que concluyó la II Guerra Mundial y que inmediatamente originó la "guerra fría", situación que permitió a los Estados Unidos convertir a nuestra América Latina en el ficticio escenario de la lucha entre la democracia y el totalitarismo, según términos que tanto gustan usar, para justificar sus agresiones en el subcontinente.
Desde la falsedad de las ópticas imperialistas le llevó a Herbert L. Matthews a afirmar que :"No es necesario ser demasiado estrictos al describir las relaciones diplomáticas de los Estados Unidos con América Latina. La geografía nos sitúa en el mismo hemisferio y, como consecuencia, la historia nos es común. Gradualmente, nuestros destinos se han ido forjando al unísono y hoy se entretejen nuestros patrones políticos, comerciales, de estrategia y de cultura. Nuestras relaciones de hoy son el resultado de la colaboración que nos trazó el pasado, de los comunes objetivos que hoy consideramos posibles y deseables y de las acciones que hemos de emprender para llevar a feliz término nuestros propósitos".(5)
La verdad es que estamos condenados a ser vecinos por asuntos geográficos y nada más, porque los pueblos latinoamericanos nada tienen en común con los pueblos norteamericanos. La historia entre Estados Unidos y Latinoamérica es una historia de saqueos y agresiones por parte de los primeros y el destino común es un sofisma puesto en práctica por el "destino manifiesto" que jamás permitió que se "entretejan nuestros patrones" y mucho menos que tengamos "comunes objetivos", cuando el objetivo de los Estados Unidos es la imposición hegemónica del dictado imperialista y el objetivo común latinoamericano es la unidad de nuestras naciones para librarnos de una vez y para siempre del tutelaje yanqui. El propio Mathews reconoció la diferencia en el momento de analizar la situación de las relaciones hemisféricas al decir que: "El rasgo sobresaliente lo constituye la denominación que los latinos dan a los Estados Unidos: "El coloso del Norte". Nuestro poderío y riquezas y su debilidad y pobreza son el fondo sobre el que se mueve el drama del hemisferio. La regulación y conciliación de estas desigualdades, en un clima de lucha general entre la democracia y el totalitarismo, es el problema principal. La brecha que existe entre nosotros se ha ido ensanchando; nosotros nos hacemos más ricos y los países de América Latina, salvo algunas excepciones, permanecen estancados o son más pobres aún...". (6) La pregunta lógica es: ¿Por qué los pueblos latinoamericanos siendo potencialmente tan ricos son en realidad tan pobres? O como se ha dicho: "Los países latinoamericanos son pordioseros sentados sobre barriles de oro". No es que las naciones latinaomericanas sean así por ignorancia o estupidez, sino porque viven bajo un sistema de infame explotación, del que no han podido liberarse, por su propia desunión propiciada por los oligarcas criollos con el auspicio del intervencionismo norteamericano.
El problema principal no es la lucha entre democracia y totalitarismo sino la injusta distribución de la riqueza, la injerencia despiadada de los Estados Unidos en nuestros pueblos, el sometimiento de las clases gobernantes a los intereses monopólicos del imperio, la subordinación de los intereses nacionales a los apetitos del capitalismo y las transnacionales y la desfachatada corrupción de gobiernos y autoridades de todo nivel, que se venden por unos cuántos dólares para entregar nuestros más valiosos recursos a la explotación indiscriminada y sin control, por parte de las empresas norteamericanas. Pero como decía Mijail Gorbachov, antes de sus veleidades capitalistas: "Los sacos de dinero pueden verse convertidos en barriles de pólvora. Tarde o temprano el capitalismo tendrá que escoger también aquí entre la política de fuerza y desvergonzado saqueo o la posibilidad de cooperar sobre una base equitativa. Se necesitan soluciones de fondo en interés de los pueblos de los países en desarrollo" (7) Y, a los Estados Unidos ni convienen ni interesan las soluciones de fondo sino el uso de la fuerza en contra de nuestros pueblos, para continuar ad infinitum con sus programas de saqueo y dominación neocolonial.
Por eso y para eso se diseñaron las doctrinas de la política norteamericana y se crearon un sinnúmero de entidades que actúan amparadas en posiciones de fuerza y en perfecta sincronización entre la diplomacia y los servicios de inteligencia, el Pentágono y los aparatos de guerra, el Gobierno Federal y los medios de comunicación social, el complejo industrial-militar y la "clase superior" propietaria de los oligopolios esparcidos por el mundo.
Latinoamérica es una unidad geográfica, social-cultural e histórica dentro de la diversidad porque es también un continente pluricultural y multiétnico; y, de estas características y particularidades surge su fuerza renovadora, su pujanza en busca del desarrollo e identidad y su rebeldía y razones de vida, expresadas a lo largo de cinco siglos porque desde el descubrimiento de América, los pueblos lucharon sin fatiga contra los imperios que impidieron forjar su propia historia y maniataron su progreso a través de procesos de aculturación, alienación, desnacionalización, desnaturalización y manipulación de los hechos sociales, económicos y políticos. "Todas las grandes potencias nos han utilizado para su desarrollo, nos han aniquilado y explotado, ayudados por quienes también usufructuaban una parte de la riqueza de nuestro suelo. A pesar de tanto atraco y despojo nos seguimos manteniendo, seguimos luchando, seguimos buscando una autenticidad", afirmaba Josefina C. de Calle, en la obra "América Hoy".(8) Pero desde el fondo de su compleja problemática, los pueblos intuyen que nuestra América Latina es el continente del futuro y por eso emprenden en luchas de liberación, desiguales, heroicas hasta lo sublime, contra el actual imperio y sus funcionarios y portavoces nacionales.
Los gobiernos norteamericanos saben perfectamente de la realidad de pobreza-miseria crecientes de los pueblos latinoamericanos, de su clamor por el derecho a forjar su propio desarrollo, de la inaplazable necesidad de conquistar la justicia social y de los sentimientos nacionalistas que anidan y crecen en 400 millones de indígenas, mestizos, negros, blancos y decenas de etnias que conforman el conjunto social, pero al mismo tiempo; obnubilados por las doctrinas de dominación y el "destino manifiesto", desestiman nuestro potencial revolucionario e insurgente contra el que se estrellan la política diseñada para América Latina, las agresiones militares, las operaciones clandestinas de la CIA, que ciertamente logran éxitos coyunturales pero nunca permanentes porque los pueblos se niegan a morir atrapados en las garras del imperio que siembra hambre, ignorancia y desunión; y paradójicamente, por encima de los afanes imperialistas y muchas veces, desde las cenizas y desolaciones, soledades y abandonos, se levantan desde campos y ciudades, selvas y montañas, desde las mazmorras, torturas, desapariciones, cementerios y tumbas clandestinas, para levantar las banderas de nuestros libertadores. Por eso fracasan las políticas norteamericanas con respecto a América Latina y por eso las subyugaciones no han sido ni serán eternas.
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Matthews reconoce el fracaso de esas políticas y de la práctica de posiciones de fuerza al decir: "Modelar una política latinoamericana ideal, más allá de esas diversas y antagónicas fuerzas y propósitos, sería una tarea sobrehumana. La diplomacia como la política es un arte, no una ciencia. Las relaciones de Estados Unidos con América Latina no han sido claras ni precisas y nunca lo serán. En este embrollo seguiremos adelante, haciéndolo bien o mal, acertada o desacertadamente, todo a la vez. La historia así nos lo enseña, así nos lo indica la vida contemporánea, así sin duda, lo determinará la historia del futuro...". ( 9 ) Ese fatal determinismo es negado por el avance de las fuerzas sociales en procesos de organización y lucha de los pueblos latinoamericanos que exigen rectificaciones históricas y el fin del dictado imperial estadounidense que ha impuesto dictaduras, "democracias constitucionalistas" y neoliberalismos, naturalmente con la práctica de cínica intervención, que en los últimos cincuenta años ha estado a cargo de la Agencia Central de Inteligencia y del Pentágono cuando la diplomacia de dominación y del uso del dólar no han sido suficientes. De ese embrollo surgirán las nuevas relaciones con los Estados Unidos en planos de igualdad y hasta de cierta fraternidad, si se logra que se ponga fin al "paternalismo yanqui", pródigo en ayudas que terminan en sometimientos tiránicos que tanta sangre y lágrimas ha costado a nuestros pueblos.
Esto y más le deben a nuestra América Latina los círculos gobernantes del imperio, que se opusieron a la Unidad Hispanoamericana proclamada por Simón Bolívar y que sin embargo promovieron las tesis del panamericanismo, con la que fundamentaron su política hegemónica bajo el pretexto de una falsa solidaridad continental y unidad de objetivos e intereses comunes tanto económicos como políticos, ideológicos, culturales y militares. En la base de la pirámide de dominación yacieron los países del Hemisferio Occidental que nunca pudieron abandonar la tutela de los Estados Unidos, particularmente a raíz de la I Conferencia Panamericana celebrada en Washington en 1889. Cinco años después, el secretario de Estado norteamericano, Richard Olney declaró: "Hoy Estados Unidos domina prácticamente todo el continente, y su voluntad es ley para todos aquellos a quienes extiende su influencia". (10)
El panamericanismo de fines del siglo XIX y de las primeras décadas del XX se basó en la doctrina del "destino manifiesto", en la "predestinación" de los Estados Unidos para en su calidad de gran potencia regir a los pueblos latinoamericanos ya que ese era su rol trascendental determinado por el mismo Dios, pero tras el discurso se escondía la verdadera naturaleza del panamericanismo que no era otra que la agresión descarada a nuestras naciones con el uso de la mentira que proclamaba la unidad y solidaridad de "las dos Américas": Estados Unidos y América Latina. Ese panamericanismo ha evolucionado gracias al creciente nacionalismo de nuestros pueblos que obligó -en reiteradas ocasiones-, a modificar las políticas de relaciones hemisféricas caracterizadas por el intervencionismo descarado del "gran garrote" al que recurrieron muchos gobiernos norteamericanos para finiquitar las diferencias y aplastar las rebeldías, como fueron los casos de los presidentes Wilson y Hoover que proclamados "anti-intervencionistas" y "democráticos" terminaron con el uso de la fuerza de las cañoneras para imponer la voluntad imperial en nuestra América Latina.
Con Franklin Delano Roosevelt -1933-1945- el intervencionismo armado fue reemplazado por la "diplomacia del dólar", forma encubierta para proteger los intereses de las transnacionales norteamericanas y sus objetivos monopólicos. Gráficamente, el imperialismo del soborno con dólares fue descrito por un militar mexicano cuando afirmó que "no hay un general que sea capaz de resistir a un cañonazo de cien mil dólares" y tampoco hubo autoridad civil -salvo mínimas excepciones- que prefiera la defensa de la dignidad y soberanía de sus patrias a los cañonazos dolarizados, que expresaba la clara violación al principio de NO INTERVENCION, consagrado en el artículo VII del Convenio de Montevideo, según el cual: "Ningún Estado tiene derecho de intervenir en los asuntos internos o externos de otros Estados", excepto los Estados Unidos que intervinieron e intervienen en nuestros asuntos internos, cada vez que sus intereses monopólicos estén supuesta o realmente amenazados.
En la década de los años 30 y en vísperas de la II Guerra Mundial, los Estados Unidos "se vieron obligados a remozar las concepciones geopolíticas del monroismo y a desarrollar una política de "defensa continental", que garantizara la continuidad de sus intereses imperialistas en América Latina. No obstante, tenían plena conciencia de que el éxito de una empresa de tal magnitud dependía necesariamente de que existiera un mayoritario respaldo latinoamericano hacia la misma. De ahí que, en un desarrollo de la "política de buena vecindad", proclamaran a partir de 1940, las consignas de solidaridad hemisférica y cooperación para la defensa de la democracia", sostiene Jorge Nuñez. (11) Con esas estrategias, los Estados Unidos trataron de alinear a los países latinoamericanos en la guerra imperialista que se desencadenaba inexorablemente y que por conveniencia táctica volvía imperioso que los Estados del Sur del Río Grande sean considerados aliados naturales de los Estados Unidos y que por tanto declarasen la guerra al eje fascista. Si el objetivo fue bueno, la práctica se convirtió en el camino idóneo para consolidar la penetración y dominación económica de los monopolios norteamericanos, puesto que inclusive, con el pretexto de la guerra, los productos y materias primas latinoamericanas fueron congelados en sus precios. Era el aporte de nuestros pueblos para la derrota del fascismo pero sobre todo resultó "aporte" para el enriquecimiento de los Estados Unidos que salió fortalecido, luego de su participación en la II Guerra Mundial.
Con Roosevelt en el poder se configuró la doctrina denominada "New Deal" -Trato Nuevo- que impulsó el surgimiento de cierta tolerancia ideológica que permitió el avance de variadas fuerzas sociales de nuestra América Latina. "En el caso particular de América Latina, esa política dio lugar a la conformación de la Alianza Libertadora Nacional de Brasil (1935), finalmente reprimida por el régimen de Vargas, y la constitución del Frente Popular chileno -formado por radicales, socialistas, comunistas y demócratas- que triunfa en las elecciones de 1938. Por esa misma época, muchos partidos comunistas de América Latina obtienen reconocimiento legal y participan activamente en la vida política de sus países. En el marco de la unidad antifascista, incluso hay países donde los comunistas pasaban a formar parte de gobiernos democráticos, como en Cuba (1943), Brasil, Ecuador (1944) y nuevamente en Chile (1946). En otros casos los comunistas ganan representación parlamentaria (Costa Rica, Uruguay, Ecuador) o colaboran indirectamente con gobiernos progresistas como el mexicano del general Lázaro Cárdenas". (12). En otras palabras, la guerra antifascista permitió la distensión ideológica y con ella los movimientos sociales latinoamericanos cobraron auge organizativo y activa participación política. No es que los círculos gobernantes norteamericanos permitieran el pleno ejercicio de las libertades a nuestros pueblos, pero las circunstancias mundiales les obligaron a aflojar los mecanismos de control ya que el objetivo prioritario fue el de enfrentar al fascismo alemán-italiano-japonés, que amenazaba con "apoderarse del mundo", asunto que chocaba con los propios intereses de los monopolios estadounidenses.
En opinión del analista norteamericano H.L. Matthews, la política del Buen Vecino fue tan idóneamente concebida y brillantemente practicada en tiempos en que el fascismo representaba una real amenaza para los Estados Unidos. "puede decirse que la transformación de las relaciones con América Latina fue espiritual y no costó ni dólares ni ayuda material. Esencialmente produjo la renuncia a los derechos de intervención, el desestimiento al protectorado y, hasta donde fue posible, también a la dirección. Desistir de hacer cosas que habíamos estado haciendo fue relativamente fácil. Hubo algunos riesgos, y en ocasiones sufrieron los intereses norteamericanos; pero, en definitiva, esa política recompensó generosamente..." En efecto, América Latina contribuyó con extremada y tonta generosidad a la "derrota del nazi-fascismo" al ser considerada por los aliados como "la reserva de la democracia" y fue reserva de materias primas estratégicas y vitales, constantemente saqueada por esos aliados, en nombre de la democracia.
La política del Buen Vecino sustituyó el intervencionismo militar directo por el intervencionismo político y diplomático, que terminó por imponer las tesis de la "seguridad continental" y la "solidaridad hemisférica" y con esos parámetros, los Estados Unidos asumieron el control de la economía y de la política, tanto que el Gobierno de Lázaro Cárdenas en México fue reemplazado por el del conservador Manuel Avila Camacho. En 1945, fue derrocado el Presidente Getulio Vargas que había conformado un gobierno progresista en Brasil.
En enero de 1942, los Estados Unidos convocaron a una Conferencia en Río de Janeiro a la que acudieron todos los Estados Latinoamericanos. Para satisfacer los planes estratégicos de los Estados Unidos, que habían sufrido el ataque japonés en Pearl Harbor ( 7 de diciembre de 1941 ), los gobiernos vecinos del sur del continente acataron la disposición del imperio y rompieron relaciones y declararon la guerra a Alemania, Italia y Japón. Argentina gobernada por Juan Domingo Perón que admiraba al Duce y coqueteaba con Hitler no rompió con el Eje y Chile, sólo meses después aceptó el dictado de la Conferencia de Río.
Fue en esa misma Conferencia que los Estados Unidos sacrificaron al Ecuador en aras de la "unidad panamericana", la "solidaridad continental" y la "defensa continental", cuando se le impuso el Protocolo de Río de Janeiro, documento por el cual el Perú despojó al Ecuador de doscientos mil kilómetros cuadrados en la región amazónica. El Embajador norteamericano Sumner Welles presionó para la firma del Protocolo ya que a los Estados Unidos sólo interesaba esa supuesta "solidaridad continental" y no el hecho de que el Perú había invadido y ocupado militarmente importantes provincias ecuatorianas; pero como el Ecuador era pequeño, débil, desunido e incapaz de defender la integridad territorial, mejor era sacrificarlo, porque así lo exigían las circunstancias estratégicas del imperio yanqui. En pago del "panamericanismo" que permitió el despojo de nuestro territorio, el gobierno liberal de ese entonces, cedió las Islas Galápagos y la zona de la Punta de Santa Elena en el Ecuador continental, para que los Estados Unidos montara sus bases militares que alcanzaron enorme trascendencia, en su guerra con el Japón. Concluida la guerra, a regañadientes, los Estados Unidos devolvieron los territorios ocupados por las bases militares, pero para que los devolviera fue precisa la exigencia del país expresada por dirigentes progresistas y democráticos, que contó con el apoyo de otros gobiernos latinoamericanos.
Los agradecidos norteamericanos desmantelaron y destruyeron a cañonazos las instalaciones militares y pistas de aterrizaje, en tanto que muchos equipos fueron arrojados al mar, porque en términos económicos era más barato proceder de esa bárbara manera, antes que tener que transportarlos hasta los Estados Unidos.
Pese a que los Estados Unidos obtuvieron jugosas ganancias al concluir la II Guerra Mundial, al significativo y hasta sacrificado aporte de América Latina para el éxito bélico de los Estados Unidos y los aliados en contra del fascismo, la clase superior norteamericana, en sus intenciones de dominio monopólico no cesó en sus tareas de sometimiento hegemónico y así se plantearon la creación y organización de nuevos mecanismos de control militar, económico y político.
Por eso, en vísperas de la Conferencia de las Naciones Unidas a efectuarse en San Francisco (USA), los Ministros de Relaciones Exteriores de los gobiernos latinoamericanos, con la tutoría del gobierno norteamericano se reunieron entre los meses de febrero y marzo de 1945 en México. Allí firmaron el "Acta de Chapultepec" que en su esencia diseñó la doctrina de no agresión al sistema americano por la cual se debía considerar que cualquier agresión externa o interna a un país de la región, sería considerada como una agresión a todo el sistema, lo que determinaría la acción colectiva correspondiente. En esta Conferencia, los Estados Unidos "sugirieron" que era necesario adoptar un Tratado para la Defensa Continental. En la Conferencia de Río de Janeiro celebrada en 1947, esa sugerencia tomó cuerpo y así nació el famoso Tratado de Asistencia Recíproca, documento con el cual los Estados Unidos pasaron a dominar militar, económica y políticamente a nuestras naciones, no ya bajo el pretexto de derrotar al fascismo sino de liquidar al "totalitarismo comunista", el nuevo fantasma que sirvió desde fines de la II Guerra Mundial, para someter a los pueblos latinoamericanos a los designios del imperialismo norteamericano.
El TIAR fue conocido también como el "Pacto de Río" que solo fue concretado en forma definitiva en la Conferencia de Bogotá realizada en 1948. El meollo de la doctrina se halla contenido en el artículo tercero que determina: "Las altas partes contratantes acuerdan que un ataque armado por cualquier país contra un Estado americano, será considerado como agresión contra todos los Estados del Continente y, en consecuencia, cada una de las partes contratantes adoptará las medidas pertinentes para ayudar a rechazar aquel ataque en uso de los derechos inherentes a la autodefensa individual o colectiva, reconocidos por el artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas".
Se supone que un ataque armado es un hecho de agresión directa de un Estado en contra de otro Estado sea o no sea del continente; pero en la práctica, el Tratado de Asistencia Recíproca, solo fue invocado y utilizado por los Estados Unidos cuando debía servir a sus intereses de dominación exclusiva y jamás hizo uso de él en defensa de la libre autodeterminación de los pueblos latinoamericanos. Fiel a sus prácticas depredatorias e impositivas, Estados Unidos pisoteó ese Tratado cuantas veces quiso y más bien utilizó el territorio de otros Estados Latinoamericanos para preparar invasiones armadas para derrocar gobiernos "peligrosos" tal como ocurrió en el derrocamiento del gobierno de Jacobo Arbenz en Guatemala, en la preparación de la invasión a Cuba con la intención de liquidar la revolución comandada por Fidel Castro, en la derrota del gobierno sandinista de Nicaragua, en las repetidas agresiones militares a Panamá, en el derrocamiento del gobierno progresista de Jamaica, en el asesinato de Maurice Bishop de Granada, en la instalación de gobiernos dictatoriales en América del Sur, hechos en los que la CIA tuvo destacada actuación.
El Tratado de Asistencia Recíproca fue utilizado por los Estados Unidos a su antojo en la Reunión de Punta del Este en Uruguay, en 1962, cuando los Estados Unidos ordenó a los gobiernos latinoamericanos que rompan relaciones con Cuba. México, Brasil, Chile, Argentina, Ecuador, votaron en contra del proyecto estadounidense y en el caso ecuatoriano, los gobiernos de Velasco Ibarra primero y de Arosemena Monroy después, fueron simplemente derrocados, hechos en los que la CIA alcanzó resonantes éxitos, conforme declaración de Agge.
En la llamada crisis de los cohetes en octubre de 1962, nuevamente Cuba fue el blanco del ataque norteamericano y allí si obtuvo una aplastante victoria, puesto que fundamentado en el TIAR, decidió que la Unión Soviética había agredido al continente y al sistema americano al instalar cohetes nucleares en Cuba. Los cohetes fueron retirados de la Isla de la Libertad, pero Kennedy se vio obligado a firmar un Pacto de No Agresión a Cuba.
El concepto de agresión de un Estado a otro de América que debe ser considerado como acto de agresión a todo el continente y por tanto debería desencadenar una respuesta colectiva, no fue inspiración de la época de postguerra ni una necesidad para enfrentar la guerra fría. La idea fue expuesta por los precursores y ejecutores de la independencia norteamericana, confirmada por Monroe y expresada políticamente por el presidente Wilson en junio de 1918, cuando afirmaba que cualquier Estado que viole la independencia política o integridad territorial de otro Estado latinoamericano, "todos los demás arremeterán contra él".(13)
De tal manera que las Conferencias de México, Río y Bogotá sólo concretaron una de las viejas aspiraciones del imperio: Contar con un documento jurídico y un Tratado internacional, dentro del marco del derecho internacional, para intervenir "legalmente" en los asuntos internos de los Estados latinoamericanos.
Bajo la ideología del "destino manifiesto", los Estados Unidos alcanzaron la cumbre de su particular concepción "panamericana" en la IX Conferencia de Estados Americanos, reunida en Bogotá a instancia del gobierno estadounidense, el dos de mayo de 1948. Allí cobró carta de ciudadanía el "sistema interamericano" al otorgar partida de nacimiento a la Organización de Estados Americanos -OEA-, que durante muchos años fue conocida como el Ministerio de las Colonias yanquis.
Esta Carta de Bogotá legitimó un sistema espúreo para los intereses latinoamericanos que fueron subyugados por el dictado estadounidense, tanto que el Secretario de Estado George G. Marshal, quien encabezó la delegación estadounidense, con euforia declaraba que esa Conferencia se convirtió "en el alma de nuestra organización continental".(14) Así fue, ya que en Bogotá se reorganizaron, se reestructuraron o se crearon procedimientos, instituciones y agencias destinadas a fortalecer el sistema interamericano de acuerdo con las ideas del imperio y para mejorar la operatividad de los mecanismos de control y sometimiento a nuestras naciones.
Entre tanto, el proceso de dominación, al finalizar el siglo XX, parece haber alcanzado su máxima expresión al consolidarse el neoliberalismo y al imponerse el sistema de privatizaciones conforme a las disposiciones del Fondo Monetario Internacional y Banco Mundial, brazos financieros y de dominación económica de los Estados Unidos; pero, el neoliberalismo se constituye en el germen de nuevas posiciones y tomas de conciencia frente a la crisis por la que atraviesan los pueblos latinoamericanos y es esta situación la que permite no la modernización planteada desde la óptica imperialista sino la maduración de las fuerzas sociales en pugna y su decisión de romper el sistema de dominación yanqui.
Las insurgencias populares de México y su bancarrota económica extendida al continente, la ola de protestas populares cada vez más violentas en todas las naciones latinoamericanas, son síntomas del fracaso del neoliberalismo que fue y es un intento del imperio para paliar la crisis del capitalismo, que en los últimos cincuenta años ha sido incapaz de encontrar soluciones a sus crecientes problemas. Por el contrario, las soluciones a la crisis capitalista cada vez se distancian de la realidad social, económica, política y cultural de nuestros pueblos, por el simple hecho de que el imperio yanqui prácticamente ya no tiene de donde obtener recursos, pues; se hallan al borde del colapso.
Latinoamérica ya no puede ser exprimida más, puesto que sus recursos se agotan por el saqueo voraz y depredador de monopolios transnacionales de origen norteamericano y en menor escala europeos y asiáticos. Es lógico pensar que las futuras violencias sociales estallarán con la misma fuerza telúrica de nuestra geografía agitada por los miasmas volcánicos y tendrán que ser reprimidas por el imperio, a través de la CIA y sus intermediarios: los cuerpos represivos nacionales. La experiencia es abundante y para demostrar esta hipótesis bastaría recordar las intervenciones criminales de la CIA en nuestra América Latina.
NOTAS:
1.- Philip Agge. La CIA en el Ecuador
2.- Citado por F. Sergueév en "La Guerra Secreta contra Cuba" de la obra de H. Ramsom: The Central Intelligence and National Security.
3.- Ibidem
4.- Cuadernos Dos. Revista Alternativa.
5.- H. L. Mathews y K. H. Silvert: Los Estados Unidos y América Latina. Colección 70.
6.- Ibidem
7.- Mijail Gorbachov: Discurso en XXVIII Congreso del PCUS.
8.- Josefina C. de Calle: América Hoy. Encuentros Internacionales.
9.- Matheus en obra citada
10.- Karen Jachaturov: América Latina y la Estrategia Global del Imperialismo.
11.- Jorge Nuñez: La Guerra Interminable de EE.UU. contra América Latina.
12.- Ibidem
13.- Citado por Mathews en obra indicada.
14.- Documentos de la OEA.