martes, 26 de mayo de 2009

Los Vampiros


Orígenes del mito [editar]
Probablemente el vampiro presente en el folclore de muchas culturas desde tiempos inmemoriales, proviene inicialmente de la necesidad de personificar uno de los arquetipos primordiales en el inconsciente colectivo, según la concepción de Carl Jung, como es el denominado "sombra", que representa los instintos o impulsos humanos ocultos más primitivos, o nuestra faceta instintiva animal, y así sería la encarnación del mal como entidad o una representación del lado salvaje del hombre[1] latente en su sistema límbico y en conflicto permanente con las normas sociales y religiosas.


Pero es posible que el mito, como es conocido en nuestros días, sea una combinación compleja de varios temores y creencias humanas ademas del temor a los bajos instintos, como son: la atribución a la sangre de ser fuente de poderío o vehículo del alma, el temor a la depredación y a la enfermedad o a la muerte y en consecuencia a su expresión más palpable como es el cadáver, así como a la fascinación temerosa por la inmortalidad.


Algunos estudiosos sugieren que el mito del vampiro, sobre todo el que se popularizó en Europa después del siglo XVII, se debe en parte a la necesidad de explicar, en medio de una atmósfera de pánico colectivo, epidemias que asolaron Europa causadas por enfermedades reales, antes de que la ciencia lograra explicarlas racionalmente (Ver:Vampiro y Medicina).


Etimología [editar]
La palabra "vampiro", que comenzó a ser usada en Europa en el siglo XVIII, viene de las lenguas eslavas (del alemán vampir, que se deriva del polaco temprano vaper y éste a su vez del eslavo arcaico oper; con raíces indoeuropeas paralelas en el turco y en el persa). Significa a la vez "ser volador", "beber o chupar" y "lobo", además de hacer referencia a cierto tipo de murciélago.
« Aprender ciencia con lo paranormal Inicio La víctimas de la campaña antivacunación de Jenny McCarthy superan ya las 19.000 personas en EE UU »
Los vampiros son matemáticamente imposibles











Personajes históricos relacionados con el vampirismo [editar]
Existen personajes reales cuyas actividades inspiraron la figura del vampiro mítico en el folclore contemporáneo, sobre todo el alimentado por la imaginación de los novelistas.

Vlad Draculea [editar]
Artículo principal:
Vlad Draculea
Véase también: Drácula

Vlad Tepes
También conocido como Vlad III o Vlad Tepes, es un noble héroe nacional rumano que en el
siglo XV luchó contra la invasión de los otomanos, famoso por la fiereza y crueldad de sus métodos y es el personaje que inspiró la novela "Drácula" de Bram Stoker.
Draculea significa hijo de Dracul que a su vez significa el
dragón y que era un título del voivoda (príncipe) valaquio -la idea de que era transilvano es aportación de Bram Stoker- Vlad II Dracul, caballero de la Orden del Dragón, y padre de Vlad III, que es apodado Tepes ("Empalador" en rumano) por su método más famoso para escarmentar a su enemigos. Debido a su capacidad para expulsar a los turcos de Valaquia, por lo cual vivió en constante estado de guerra durante 1431 y 1476, y liberar la comarca de la delincuencia, se le considera un héroe nacional en Rumania y el salvador de Europa pues Valaquia junto con la vecina Transilvania, constituyen la puerta meridional de Europa que todo invasor procedente de Asia, tenía que pasar obligatoriamente si intentaba conquistar por el sur las fértiles llanuras del continente europeo. Michel Beheim, un juglar germánico, compuso en 1463 una canción con el título Von ainem wutrich der hies Trakle waida von der Walachei donde relataba la historia de Vlad Draculea. Beheim era súbdito del rey húngaro Matías Corvino, en cuya corte se refugió Draculea cuando tuvo que huir de su natal Valaquia.[14]
La leyenda siniestra de Draculea, pudo surgir como mínimo desde 1460, cuando sus enemigos en el exterior y en el interior estaban convencidos de que Vlad disponía de poderes necrománticos, pues sólo así podía explicarse sus victorias militares. Pero en el siglo XX su figura ha tratado de ser reinvindicada.




*********************************************************************************************************************************************************************************





Escrito por: Luis Alfonso Gámez
18 May 2009

Los físicos Costas Efthimiou y Sohang Gandhi, de la Universidad Central de Florida y la de Cornell, respectivamente, sostienen que es matemáticamente imposible la existencia de vampiros. La explicación, muy simple -hasta yo la he entendido a la primera-, la publicaron en agosto de 2007 en un artículo también dedicado a la solidez de los fantasmas y el ataque zombi contra la Humanidad. Los científicos parten del supuesto de que alguien se convierte en vampiro al sufrir la mordedura de uno de esos seres, como si se tratara de una infección incontrolable. Es la idea que ha trasmitido el cine y que tiene mayor arraigo en la cultura popular. Presuponen, además, que, para sobrevivir, un vampiro necesita chupar sangre humana una vez al mes, lo que implica que cada mes se duplica la población de colmilludos y tendría consecuencias catastróficas para la Humanidad y, al final, para los propios vampiros.



Efthimiou y Gandhi toman como punto de partida la aparición del primer vampiro hacia 1600 con una población humana de más de 536 millones de individuos, y concluyen que, treinta meses después, no quedaría ni un hombre sobre la Tierra. ¿Exagerado? Comprueben cómo no. Situemos la aparición del primer vampiro el 1 de enero de 2010, cuando la ONU calcula que habrá 6.908.688 millones de humanos, que serán 7.302.186 en 2015. El 1 de febrero, habría dos chupasangres; el 1 de marzo, cuatro; el 1 de abril, ocho; el 1 de mayo, dieciséis… y el 1 de diciembre, 2.048 vampiros. Parece una cantidad no preocupante, pero, como se duplica cada mes, el 1 de abril de 2011, su población ascendería a 32.768 y, el 1 de agosto de ese año, a 524.288. Dos años después de la aparición del primer vampiro, habría 16.777.216 chupasangres sueltos por ahí y, seis meses más tarde, su población ascendería a 536.870.912, duplicándose al mes siguiente. El 1 de septiembre de 2012, caminarían sobre la Tierra 4.294.967.296 vampiros y, al mes siguiente, tendrían que ser 8.589.934.592; pero no alcanzarían esa cifra porque ya no quedarían humanos que morder porque, al mismo tiempo que la población de vampiros ha crecido geométricamente, la humana ha disminuido geométricamente.



¿Conclusión? La existencia de los vampiros es imposible matemáticamente. Y lo mismo puede decirse de la zombificación humana por mordedura de putrefacto muerto viviente popularizada por George A. Romero en La noche de los muertos vivientes (1968) y las otras películas de su serie zombi.

No hay comentarios: