viernes, 19 de junio de 2009

los burgueses y el trabajador.


Articulo por J.V.G.

Antes que nada veamos lo que significa Burguesía

Burguesía es un término utilizado principalmente en la economía política, y también extensivamente en sociología e historia.


La palabra de origen francés describía originalmente a los habitantes urbanos (característicamente mercaderes o artesanos en la edad media tardía).

La burguesía es una clase social como la entiende la economía política y el marxismo. Es decir, un grupo social que puede identificarse por su papel en un modo de producción, caracterizado por una posición en las estructuras de producción y por establecer relaciones de producción específicas con otras clases.


En el caso de la burguesía se caracteriza por poseer medios de producción y, gracias a esto, establecer una relación de explotación con el proletariado, que al no poseer estos medios debe vender su fuerza de trabajo a la burguesía. La relación de explotación entre burguesía y proletariado permite la acumulación de capital por parte de la burguesía que caracteriza al capitalismo.


En esta era del bienestar universal dominada por la figura del burgués, esta dejando atrás su periodo titánico, sin duda las riendas las han tomado los nuevos señores del poder material, los "grandes capitalistas". A ello se agrega en la postmodernidad el surgimiento de una sociedad hiperindividualista, narcisista y hedonista, que rechaza sorbre todas las cosas la doctrina del sacrificio, la equidad y la JUSTICIA COMÚN. Los burgueses destruyen toda genuina grandeza y toda ""politica universal de gran estilo"".


La domesticación burguesa e hiperindividualista de la técnica produce que el "último hombre" disponga de grandes medios que contrastan con su mediocridad. Un hombre despierto desconfiado un denigrador nato de todos los tipos superiores y de todas las ideas superiores. Ante esta hegemonia de los valores de los esclavos, resulta indispensable la labor de los POETAS, pues sólo con la imaginación que otorga su fuerza básica a las acciones el mundo de la técnica podrá revitalizarse, si accede al reino de las musas. El burgués en contraposición al trabajador, solo razona de manera utilitarista.

Pretende recibir lo más posible de la vida y darle lo menos que pueda. Por encima de todos los valores sitúa el de la seguridad. Su seguridad.



Durante siglos, se ha encerrado en los castillos fortificados y los grandes burgos.

Ha visto en las grandes ciudades los "centros ideales de seguridad". Movido por su temor y la envidia, buscando el provecho y el reposo, continua todavia hoy atrincherandose contra la vida.

El trabajador no tiene tiempo de vivir. Solo es una consecuencia de su existencia, sometido por la dinamica capitalista.

Nuevas ocupaciones sustituyen a las viejas costumbres; una esperanza despierta a otra y una ambición llama a otra ambición. NO SE BUSCA EL FIN DE LAS DESGRACIAS, SINO QUE SE CAMBIA DE ASUNTO .

sábado, 13 de junio de 2009

Centauros





Centauro
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Para otros usos de este término, véase Centauro (desambiguación).

Centauro luchando contra un lápita (detalle del Partenón.)En la mitología griega, los centauros (en griego Κένταυρος Kentauros, ‘matador de toros’, ‘cien fuertes’, plural Κένταυρι Kentauri; en latín Centaurus/Centauri) son una raza de seres con el torso y la cabeza de humano y el cuerpo de caballo. Las versiones femeninas reciben el nombre de centáurides.

Vivían en las montañas de Tesalia y eran hijos de Ixión y Néfele, la nube de lluvia. Alternativamente, se les consideraba hijos de Kentauros (el hijo de Ixión y Néfele) y algunas yeguas magnesias, o de Apolo y Hebe. A veces se cuenta que Ixión planeaba mantener relaciones sexuales con Hera pero Zeus, su esposo, lo evitó moldeando una nube con la forma de Hera. Puesto que Ixión es normalmente considerado el ancestro de los centauros, puede hacerse referencia a ellos poéticamente como Ixiónidas.

Los centauros son muy conocidos por la lucha que mantuvieron con los lápitas, provocada por su intento de raptar a Hipodamía el día de su boda con Pirítoo, rey de los lapitas y también hijo de Ixión. La riña entre estos primos es una metáfora del conflicto entre los bajos instintos y el comportamiento civilizado en la humanidad. Teseo, un héroe y fundador de ciudades que estaba presente, inclinó la balanza del lado del orden correcto de las cosas, y ayudó a Pirítoo. Los centauros huyeron. (Plutarco, Teseo, 30; Ovidio, Las metamorfosis xii. 210; Diodoro Sículo iv. 69, 70.) Escenas de la batalla entre los lápitas y los centauros fueron esculpidas en bajorrelieves en el friso del Partenón, que estaba dedicado a la sabia Atenea.

Como la Titanomaquia, la derrota de los Titanes por los dioses olímpicos, las contiendas con los centauros representan la lucha entre la civilización y el barbarismo y es conocida como Centauromaquia.

El personaje general de los centauros es el de seres salvajes, sin leyes ni hospitalidad, esclavos de las pasiones animales. Dos excepciones a esta reglas son Folo y Quirón, que expresaban su «buena» naturaleza, siendo centauros sabios y amables.






Entre los centauros, el tercero con una identidad individual es Neso. El episodio mitológico del centauro Neso raptando a Deyanira, la prometida de Heracles, también proporcionó a Giambologna (1529-1608), un escultor flamenco que trabajó en Italia, espléndidas oportunidades de concebir composiciones con dos formas en violenta interacción. Giambologna realizó varias versiones de Neso raptando a Deyanira, representados por los ejemplos conservados en diversos museos. Sus seguidores, como Adriaen de Vries y Pietro Tacca, continuaron esculpiendo incontables repeticiones del tema. Cuando Albert-Ernest Carrier-Belleuse abordó la misma composición de formas en el siglo XIX, la tituló Rapto de Hipodamía.

En antiguas vasijas pintadas áticas los centauros eran representados como seres humanos de frente, con el cuerpo y las patas traseras de un caballo sujetos a la espalda. Posteriormente, fueron hombres sólo hasta la cintura. La batalla con los lápitas y la aventura de Heracles con Folo (Apolodoro, ii. 5; Diodoro Sículo, iv. li) son temas favoritos del arte griego.




Muchas leyendas sobre los centauros sostienen que son criaturas muy inconstantes, que miran con frecuencia al cielo para determinar sus destinos. Son grandes astrólogos y muy aficionados a la adivinación.

jueves, 11 de junio de 2009

La pobreza



Son los desheredados de siempre, la chusma que apesta en los ayuntamientos y gobiernos.


Los que no le importan a nadie, y a muy pocos en realidad de quienes decimos que nos importan.


...Tampoco juega un papel central en las páginas de los periódicos, pese a ser una fuente de noticias y reportajes interesante (siempre, siempre hay una historia detrás), y lo que es más importante, social, que es a lo que hemos venido a jugar. Pese a ser la Gran Vía (por seguir con el ejemplo) sede del periódico generalista más leído, del grupo de comunicación más poderoso y del programa de radio más escuchado. Oidos sordos, bocas mudas.


Cuando te acuerdas, te apenas. Al fin y al cabo tú vives bien. Precisamente por eso no te preocupa demasiado y lo sobrellevas. Además, tampoco estás dispuesto a hacer gran cosa para que la situación cambie.
Hipocresía, una vez más Hipócritas.

viernes, 5 de junio de 2009

La última patrulla de Hans Dieminger

La última patrulla de Hans Dieminger

Microrrelatos
Escrito por Microrrelatos eGC
Martes, 26 de Mayo de 2009 20:51

Emoción, frío y el sabor amargo del miedo en la boca… todo aquello debían de sentir aquellos paracaidistas que observaba en la lejanía en su lento descenso. Lo mismo que él había sentido cuando era un simple sargento en Noruega y en Holanda, o como teniente en Creta. Bajó con lentitud los prismáticos y no pudo encogerse de hombros, un tanto teatralmente para que sus hombres lo percibieran Ahora Hans Dieminger, capitán de aquella disminuida compañía del 6º Regimiento de Fallschirmjäger del Teniente Coronel Friedrich Freiherr von der Heyde, los veía en la lontananza bajar del cielo y esas mismas emociones, incluido el frío, a pesar de la calidez de la aquella tarde de Septiembre, se agolpaban en él.

Había recibido orden de patrullar a pie aquella maraña de canales holandeses desde su base hasta Arnhem. Una misión rutinaria para alejarle de un oficial, amigo personal del Göering, al que había golpeado al encontrarlo violando a una niña Holandesa de cabellos rubios.
No es que Hans Dieminger tuviera poco estómago, o no lo hubiera visto antes o…simplemente aquella niña, de apenas 12 años, se parecía a su propia hija, y eso es algo que un padre no puede dejar pasar. Recordaba vivamente sus ojos aún aterrorizados mientras la depositaba en brazos de su padre, un campesino que temblaba de pura rabia e impotencia.
Posiblemente ahora estuviera muerto junto con su hija… o tal vez se hubiera tenido la prudencia de desaparecer, quién sabe, puestos a soñar hasta puede que un día volviera la paz y todos ellos pudieran verlo desde el borde de una buena jarra de cerveza, tal vez, posiblemente, quizás... Eso había ocurrido hacía dos días, el 15 de septiembre de 1944. Pocos horas después un cabreado Teniente Coronel Friedrich Freiherr von der Heyde, estaba a punto de fusilarlo… y no haberlo hecho se debía a una vieja cuenta pendiente. En su breve estancia en Rusia von der Heyde había estado a punto de ser asesinado por una partida de guerrilleros en los pantanos de… (malditos nombres rusos, siempre se le atascaban), y solo el arrojo personal de Dieminger, que había terminado con seis de aquellos rudos partisanos, a uno de ellos matándole a cuchillo en la confusión del combate, le había salvado. Por ello, en vez de fusilarlo de inmediato, algo que a Hans no dejaba de asombrarle, le había dado la oportunidad de desaparecer, después de recordarle que su cuenta quedaba más que saldada y decirle aquello de: “no quiero volverte a ver jamás, ¿entiendes? ¡Jamás!”.
Justo dos horas antes de que Hans se decidiera a poner en práctica aquel “jamás”, los paracas aliados descendían delante de sus narices, interponiéndose en su avance hacia Arnhem. La fatalidad, el destino, que escribiría el añorado Dumas de su juventud en las páginas de El conde de Montecristo… “la puñetera jodienda de esta guerra”, se inclinaba la racional mente de Dieminger.Hans Dieminger miró a sus 39 hombres y supo de inmediato que no los podría abandonar en aquellos momentos.
Los más veteranos, en vez de mirar la bajada de los paracaidistas, estaban comprobando sus armas, recolocando sus granadas y, para que negarlo, musitando oraciones por lo bajo. Los más jóvenes, los había hasta de 15 años, miraban hacia él, como un alumno aplicado que observa a su maestro en clase, esperando esas palabras que darán sentido a su vida. Tan jóvenes la mayoría, y tan pocos. Ojalá algunos de los antiguos camaradas, cuyos huesos descansaban por media Europa, estuvieran allí. No necesitarían palabras de aliento, solo órdenes concretas y el eterno de los paracaidistas: velocidad de piernas y de cabeza.
La profesionalidad cala hondo, y más si se es hijo, nieto, bisnieto y tataranieto de fabricantes de relojes en Colonia, así que ladró las órdenes pertinentes: “Avanzar en orden abierto. Sargento Helmholtz escoja cinco hombres y abra la marcha a unos cien metros, armas de apoyo al centro, fusileros a las alas. Si damos con ellos recuerden: velocidad, agresividad y fuego continuado… acaban de descender y pasarán unas horas hasta que consigan estar organizados del todo… al menos eso espero.””Mirad a ver si la puñetera radio táctica funciona, dad nuestras coordenadas y la línea de avance que seguiremos hacia… el bosquecillo en aquel cruce de caminos” A Hans no le extraño que su teniente le informara que la radio no funcionaba, ya que el mismo se había encargado de ello la última noche… pero hay cosas que hay que decir porque vienen en el manual y no decirlas resultaría sospechoso… Aunque estaba seguro de que si ahora contara a los veteranos su plan de fuga estos se encogerían de hombros y simplemente le preguntarían cómo quería que avanzaran, silenciosos sin fuego de cobertura, o disparando como posesos, convencidos de que su capitán no les abandonaría en aquel momento, como nunca lo había hecho en los últimos cinco años. Hans Dieminger, en el fondo un hombre tierno, se sintió profundamente orgulloso de comandar a aquellos valerosos “fallschirmjäger”, de cabeza al glorioso infierno de la guerra.
A eso de las 18:00 horas del 17 de septiembre, llegaron a las afueras de un bosquecillo al suroeste de Arnhem, en lo que Dieminger empezaba a comprender que debía ser la parte mala del canal. El sargento Helmholtz había ordenado a toda la avanzadilla tumbarse en el suelo, lo que había sido imitado por toda la compañía. Reptando se acercó hasta su posición.- Mi capitán, se ve movimiento en la linde del bosque.- ¿Posibilidades de pillarles por sorpresa?- Más de trescientos metros de terreno despejado… tendrían que estar dormidos, y tratándose de paracaidistas eso es impensable.- Ja… ¿ideas?- Hay una pequeña acequia que corre en perpendicular al bosque. Tal vez arrastrándonos por ella…- Bien, vendrás conmigo, escoge a otros dos, buenos en el cuerpo a cuerpo. Teniente Udo, sitúe a los hombres para fuego de cobertura en lo alto del sendero… pero sin el mortero, puede que necesitemos de él para más tarde. En 15 minutos empiecen fuego de cobertura sobre el ala izquierda, yo les pillaré desde la parte derecha… Cuando observe que estamos atacando cese el fuego y observe los movimientos del enemigo… si dejan las posiciones para reforzar su ala derecha ya sabe: a correr hacia el bosquecillo disparando como locos. Los imprevistos los dejo a su buen juicio Udo.-
Sí mi capitán- corearon al unísono teniente y sargento.Mientras se arrastraban por la acequia los cuatro hombres eran prácticamente invisibles, pues ésta resultó más profunda de lo que el sargento había pensado y tenía una tupida vegetación que les enmascaraba a los ojos de cualquier observador casual. En menos de 10 minutos, todo un record, habían salvado la distancia al bosquecillo, quedando situados en la retaguardia del ala derecha del despliegue enemigo. Habían localizado al menos a cinco soldados, en tres nidos… uno un emplazamiento de ametralladora y los otros dos pozos de tirador. Dividió en silencio los objetivos y miró el reloj… en menos de dos minutos comenzaría el baile… dos minutos eternos en que los cuatro “fallschirmjäger” se concentraron al máximo en sus objetivos, tratando de dejar de lado el recuerdo de sus novias, madres, esposas o hijas… Nada más estresante en la guerra que el esperar.Exacto, como los relojes que fabricaba junto con su padre en Colonia, el fuego de sus hombres de apoyo empezó a caer sobre el ala izquierda del enemigo.
La respuesta no se hizo esperar, el bosquecillo cobró vida en respuesta al ataque. El tableteo de las ametralladoras y el fuego de subfusiles y fusiles de ambos bandos aumento gradualmente, así como las voces que en inglés daban los oficiales británicos Con mirada experta Hans evaluó su intensidad, y calculó que a fin de cuentas no debían de ser más de cincuenta hombres los que allí se encontraban. Dejó que el fuego se prolongara durante un minuto y después avanzó, silencioso y sin titubeos. Sus objetivos estaban ya concentrados en responder al fuego enemigo y, al notar que sobre ellos no caía ninguna atención, se habían envalentonado y se exponían para hacer mejor puntería.
Los alemanes fueron rápidos y eficaces, solo uno de los paracaidistas enemigos, ingleses de la Primera Aerotransportada por sus insignias, llegó a darse cuenta que iba a morir, antes de que el sargento Helmholtz ahogará su grito con la mano izquierda, mientras la derecha le apuñalaba varias veces en el estómago. El inglés murió ahogado en su propia bilis y sangre, a muchos kilómetros de su hogar, demasiado lejos de alguien que llorase por él. El ala derecha de los británicos había desaparecido sin que nadie se apercibiera de ello. Era, para los “fallschirmjäger”, un buen comienzo.
Rápidamente Dieminger reorganizó a sus hombres. El centro del despliegue táctico enemigo quedaba a su alcance. Hizo un gesto inequívoco a las granadas y marcó con la mano el objetivo que cada cual habría de conseguir… Susurrando les recordó: “rapidez, no os detengáis ni dejéis de disparar”. Y sin pensarlo mucho más empezó a correr hacia el enemigo. No os podéis imaginar lo largo que se pueden hacer 20 metros en un bosque donde las armas ladran, y la muerte puede acecharte de mil maneras distintas e imprevistas. Pero, sin duda, aquella era una operación afortunada, porque los ingleses seguían ensimismados en responder al fuego de los hombres del Teniente Udo. Si toda una división Panzer hubiera irrumpido en las líneas británicas no hubiera tenido el mismo efecto que su ataque.
Los ingleses, desorientados por lo súbito de la aparición no pudieron reaccionar. Cuatro pozos de tirador desparecieron bajo las explosiones de otras tantas granadas, y el tableteo de las ametralladoras hizo caer seis paracaidistas antes de que acertaran a comprender que su ala derecha ya no existía. Además, esto como es obvio no lo supieron los alemanes, el oficial al mando de los paras aliados, cayó el segundo… aunque es realmente dudoso que hubiera podido hacer algo para detener el diluvio de muerte y destrucción que se abatió sobre ellos.Por si fuera poco, cumplidor y profesional como el que más, el Teniente Udo descendía del camino a la carrera con el resto de la compañía alemana, gritando y disparando como posesos. Cinco minutos después todo había terminado. Nadie pidió ni recibió clemencia, los paracaidistas no saben de esas cosas. Al precio de tres de sus hombres muertos (dos de ellos imberbes recién llegados y el otro veterano de Creta) y de cinco heridos ligeros, se habían llevado por delante a unos 60 ingleses. Sólo tres de ellos permanecían vivos, aunque heridos, y según su enfermero uno no duraría mucho. Y esto es algo que Hans tendría que arreglar, aún a su disgusto.Mientras sus hombres rebuscaban en los bolsillos de los muertos, sobretodo los veteranos para hacerse con la morfina y la sulfamina, Dieminger se acercó a los prisioneros.
Se alegró de no saber inglés, eso le evitaba tener que dar explicaciones. Con tres rápidos movimientos de su cuchillo todo había terminado, y si a alguien le pareció una medida excesiva se cuidó de protestar. Llevar prisioneros con media Inglaterra cayendo del cielo, con la radio averiada, y entre aquellos canales holandeses no hubiera sido una buena idea, se mirara como se mirara.Sin enterrar a los camaradas caídos, en apenas veinte minutos, los “fallschirmjäger” estaban de nuevo en marcha, cruzando el bosquecillo.
El ánimo no era ni sombrío ni alegre, era… ¿indefinible? La mirada de todos los hombres era peculiar, miraban mucho más allá de lo que se veía en este mundo, y a la vez, en particular los veteranos, no perdían detalle de cuanto acontecía a su alrededor. Un imberbe muchacho de buen nombre Eberhard, natural de Coblenza, donde Mosela y Rin se unen, no cesaba de hablar solo, musitando cada vez más alto una oración. El teniente Udo se acercó a él y tan solo puso su mano sobre el hombre del muchacho, que en breves dejó de hablar y empezó a sollozar bajito, muy bajito. Nadie quiso oírlo, y mucho menos desmerecerlo, no hacía poco su pala de trinchera había abierto en dos la cabeza de otro ser humano, dispuesto a hacer los propio con la suya… algo que aún llamándose Eberhard (algo así como “verraco fuerte”) no debería ni verse ni hacerse con 15 años mal contados. Udo, en un gesto tal vez demasiado cariñoso dadas las circunstancias, le acarició brevemente las mejillas, y poco a poco, el joven se recompuso y serenó. Nadie recriminó, ni de palabra, obra u omisión, al joven. Hans, con el mapa táctico a sus pies, decidió la ruta a seguir y su destino. Visto lo visto, y teniendo en cuenta la hora, tratarían de acercarse lo más posible a Arnhem, ponerse en contacto con tropas amigas, y esperar ordenes. Viendo como se las gastaba la situación Dieminger pensó que el Teniente Coronel Friedrich Freiherr von der Heyde, por muy cabreado que estuviera con él, se olvidaría de su affaire… quien sabe, hasta con un poco de suerte aquellos Diablos Rojos británicos se llevaban por delante al amiguito de Göering, y sus ansias por las niñas rubias de 12 años.
Que la guerra es muy extraña, y lo que hoy parece negro, mañana blanco y viceversa.Al empezar a atardecer llegaron a la linde opuesta. El fuego de artillería, propia por el sonido, se oía a la perfección. Hans Dieminger recordaba que a las afueras de Arnhem dos divisiones Panzer SS, más bien sus restos, “descansaban” esos días. Allí, con sus boinas negras, su parafernalia de banderitas y demás, pero también con sus carros y blindados, pocos sin duda pues para rearmarse deberían de recibirlos por ferrocarril, y ahí la fuerza aérea aliada tenía mucho que decir. Sin embargo con pocos bastaba para poner en un brete a una fuerza de paracaidistas recién lanzados. No pudo evitar estremecerse al pensar en aquellos paras ingleses, armados con material ligero, enfrentándose a tanques, vehículos blindados y artillería autopropulsada…Recordaba como en cierta ocasión, allá en Creta, un miserable tanque británico, un simple Matilda, les había bloqueado totalmente, desalambrando media compañía, hasta que con un arrojo casi temerario uno de los hombres se había colocado detrás del tanque dejándolo fuera de combate con las pocas cargas de demolición que llevaba. ¿Cómo se llamaba aquel tipo? ¿Rudolph? Sí, Rudolph, murió poco después, de manera ciertamente poco espectacular y gallarda. Se despeñó por uno de aquellos caminos de cabras de la isla, partiéndose el cuello… Por cierto, que no le habían dado ni una mala medalla, por lo del tanque claro… Tal vez porque cuando lo de Creta, aquello no dejó de ser una mera anécdota, como los cientos que hubo en aquellos días. Si tuviera una cerveza allí brindaría a la salud de Rudolph, joven héroe del Reich, despeñado honorablemente en Creta. Pero, por mucho tanque o blindado que tuvieran los SS, Hans estaba convencido de que los ingleses lucharían y llegado el caso, morirían con honor, no por ingleses sino porque, a fin de cuentas eran paracas, y el espíritu de cuerpo es algo que se les inculcaba a todos ellos, fueran de la nación que fueran.
No por nada los paracaidistas nacieron para luchar copados.Apenas habían puesto un paso fuera del bosquecillo cuando ocurrió. Las balas trazadoras y las granadas de mortero les llovieron por doquier. Su cerebro fue más rápido que sus ojos, y le ordenó tirarse al suelo. En pocos segundos se dio cuenta de dónde procedían los disparos y ladró una orden. “Desplegaos hacía el flanco izquierdo”. Sus soldados así lo hicieron, a la par que abrían fuego. Tardó poco, apenas dos segundos, en darse cuenta de que había caído en su propia añagaza, cuando surgiendo de la derecha aparecieron varios soldados enemigos a la carrera… Después ya no pudo pensar en nada salvo en matar o ser matado… algo que se le daba francamente bien, casi tanto como el fabricar relojes en Colonia, aunque, sin duda, a su padre, esto le hubiera parecido francamente extraño.Al cabo de 8 intensos minutos, el Teniente O’Brian, reorganizaba a sus hombres. Había sido un duro combate, al menos 19 de sus soldados yacían muertos en el bosque, aquellos malditos “boches” se habían defendido muy bien, a pesar de la sorpresa de la emboscada. Su sargento le indicó que uno de ellos, oficial le parecía, seguía vivo. O’Brian se acercó a él.
Para cuando llegó había muerto ya. Rebuscando en sus bolsillos dio con su cartilla militar… “Capitán Hans Dieminger, Colonia” Se encogió de hombros, no sería él el que llorase por un nazi menos. Sin embargo al abrir la cartera se encontró con la fotografía de una linda niña, de doce o trece años calculó, con una frase escrita con letra claramente infantil, que le recordaba poderosamente a su hija Lucy… Y, no por última vez en su vida, O’Brian se alegró de no saber alemán

jueves, 4 de junio de 2009

El big bang


EL BIG BANG: Durante casi todo el transcurso de la historia de la Física y de la Astronomía modernas no hubo fundamentos adecuados, de observación y teóricos, sobre los cuales construir una historia del Universo primitivo. Desde mediados de la década del ‘60, todo esto ha cambiado. Se ha difundido la aceptación de una teoría sobre el Universo primitivo que los astrónomos suelen llamar “el modelo corriente”. Es muy similar a lo que a veces se denomina la teoría del Big Bang o “Gran explosión”, pero complementada con indicaciones mucho más específicas sobre el contenido del Universo.

Si escuchamos el silbato de un tren que se aleja rápidamente, su silbido nos parecerá más grave que si el tren estuviera quieto. El sonido parece tener una mayor longitud de onda cuando el tren se aleja. Esta situación corresponde al fenómeno señalado primeramente por Johann Doppler en 1842. De la misma manera, la luz de una fuente que se aleja es percibida como si tuviese una longitud mayor: si el color original fuera naranja, la luz se percibiría más rojiza. Esto se llama “corrimiento hacia el rojo” y es una manifestación del efecto Doppler en las ondas luminosas. Ciertos análisis de la luz proveniente de estrellas y galaxias muestran que, en la inmensa mayoría de los casos, hay un corrimiento hacia el rojo. Esto puede explicarse suponiendo un Universo en expansión en el que cada galaxia se aleja de las otras; como si fuese el resultado de algún género de explosión.

A mediados de los años ‘60, A. Penzias y R. Wilson detectaron ondas de radio de longitudes cercanas a los 10 cm (microondas), procedentes del espacio exterior con una particularidad singular. La intensidad de estas señales era la misma independientemente de la dirección en que se situara la antena. Por lo tanto, no podían ser adjudicadas a ninguna estrella, galaxia o cuerpo estelar en particular. Estas microondas parecían llenar todo el espacio y ser equivalentes a la radiación emitida por un cuerpo negro a 3K. Los astrofísicos teóricos comprendieron que esta “radiación cósmica de fondo de microondas” era compatible con la suposición de que en el pasado el Universo era muy denso y caliente.

En el comienzo hubo una explosión. No como las que conocemos en la Tierra, que parten de un centro definido y se expanden hasta abarcar una parte más o menos grande del aire circundante, sino una explosión que se produjo simultáneamente en todas partes, llenando desde el comienzo todo el espacio y en la que cada partícula de materia se alejó rápidamente de toda otra partícula. “Todo el espacio”, en este contexto, puede significar, o bien la totalidad de un Universo infinito, o bien la totalidad de un Universo finito que se curva sobre sí mismo como la superficie de una esfera. Ninguna de estas posibilidades es fácil de comprender, pero esto no debe ser un obstáculo; en el Universo primitivo, importa poco que el espacio sea finito o infinito.

Representacion ilustrada del Big Bang.





Telescopio espacial Hubble (NASA). El corrimiento hacia el rojo en la composición espectral de la luz estelar puede ser interpretado suponiendo que el Universo está en expansión.





Al cabo de un centésimo de segundo aproximadamente, que es el momento más primitivo del que podemos hablar con cierta seguridad, la temperatura fue de unos cien mii millones (1011) de grados centígrados. Se trata de un calor mucho mayor aún que el de la estrella más caliente, tan grande, en verdad, que no pueden mantenerse unidos los componentes de la materia ordinaria: moléculas, átomos, ni siquiera núcleos de átomos. En cambio, la materia separada en esta explosión consistía en diversos tipos de las llamadas partículas elementales, que son el objeto de estudio de la moderna Física nuclear de altas energías.

Las microondas que se detectan con igual intensidad en cualquier dirección en que se apunte la antena, no pueden provenir de un cuerpo celeste en particular. Son propias del conjunto del Universo y hacen suponer que en el pasado éste era denso y caliente.




Un tipo de partícula presente en gran cantidad era el electrón, partícula con carga negativa que fluye por los cables transportadores de corriente eléctrica y constituye las partes exteriores de todos los átomos y moléculas del Universo actual.



Otro tipo de partículas que abundaban en tiempos primitivos era el positrón, partícula de carga positiva que tiene la misma masa que el electrón. En el Universo actual, sólo se encuentran positrones en los laboratorios de altas energías, en algunas especies de radiactividad y en los fenómenos astronómicos violentos, como los rayos cósmicos y las supernovas; pero en el Universo primitivo el número de positrones era casi exactamente igual al número de electrones. Además de los electrones y los positrones, había cantidades similares de diversas clases de neutrinos, fantasmales partículas que carecen de masa y carga eléctrica. Finalmente, el Universo estaba lleno de fotones de luz.



Estas partículas eran generadas continuamente a partir de la energía pura, y después de una corta vida, eran aniquiladas nuevamente. Su número, parlo tanto, no estaba prefijado, sino que lo determinaba el balance entre los procesos de creación y de aniquilamiento.

De este balance, podemos inferir que la densidad de esta “sopa cósmica”, a una temperatura de cien mil millones de grados, era cuatro mil millones (4. 10 a la 9) de veces mayor que la del agua. Hubo también una pequeña contaminación de partículas más pesadas, protones y neutrones, que en el mundo actual son los constituyentes de los núcleos atómicas. Las proporciones eran más o menos de un protón y un neutrón por cada mil millones de electrones, positrones, neutrinos o fotones. A medida que la explosión continuaba, la temperatura fue disminuyendo, hasta llegar a los treinta mil millones (3. 10 a la 10) de grados centígrados después de undécimo de segundo, diez mil millones de grados después de un segundo y tres mil millones de grados después de unos catorce segundos.




Esta temperatura era suficientemente baja como para que los electrones y positrones comenzaran a aniquilarse más rápidamente de lo que podían ser recreados a partir de fotones y los neutrinos. La energía liberada en este aniquilamiento de materia hizo disminuir temporalmente la velocidad a la que se enfriaba el Universo, pero la temperatura continuo disminuyendo, para llegar a los 1000 millones de grados al final de los tres primeros minutos.




Esta temperatura fue entonces suficiente para que los protones y neutrones empezaran a formar núcleos complejos, comenzando con el núcleo del hidrógeno pesado (o deuterio), que consiste en un protón y un neutrón. La densidad era aún bastante elevada (un poco menor que la del agua), de modo que estos núcleos ligeros pudieron unirse rápidamente en el núcleo más estable del helio, que consiste en dos protones y dos neutrones.









Al final de los tres primeros minutos, el Universo contenía principalmente luz, neutrinos y antineutrinos. Había también una pequeña cantidad de material nuclear, formado ahora por un 73 % de hidrógeno y un 27 % de helio, aproximadamente, y por un número igualmente pequeño de electrones que habían quedado de la época del aniquilamiento entre electrones y positrones. Esta materia siguió separándose y se volvió cada vez más fría y menos densa. Mucho más tarde, después de algunos cientos de miles de años, se enfrió lo suficiente como para que los electrones se unieran a los núcleos para formar átomos de hidrógeno y de helio. El gas resultante, bajo la influencia de la gravitación, comenzaría a formar agrupamientos que finalmente se condensarían para constituir las galaxias y las estrellas del Universo actual. Pero los ingredientes con los que empezarían su vida las estrellas serian exactamente los preparados en los tres primeros minutos.
Fuente Consultada:Los tres primeros minutos del Universo. Steven Weinberg (Premio Nobel). Barcelona. Salvat, 1993.