miércoles, 8 de abril de 2009

SOBRE LOS MUNDOS ANTIGUOS




En el comportamiento de los pueblos antiguos y tradicionales todo se explica, directa o indirectamente, por dos ideas: Centro y Origen.

Toda la existencia de los pueblos antiguos y en general de los pueblos tradicionales está dominada por dos ideas clave, las del Centro y el Origen. En este mundo espacial en que vivimos, cada valor se refiere de alguna manera a un Centro sagrado que es el lugar donde el cielo ha tocado la tierra. Lo mismo ocurre respecto al Origen, que es el momento casí intemporal en que el Cielo estaba cercano y las cosas terrestres eran todavía semicelestes. Ser conforme a la tradición es permanecer fiel al Origen y por este mismo motivo situarse en el Centro; mantenerse en la Pureza primera y en la Norma universal.

El Centro y el Origen son los puntos de referencia en el mundo inconmesurable y peligroso de las formas y el cambio.

En cualquier mundo humano hay un lugar donde Dios se ha manifestado para esparcir sus gracias.
Cada civilización antigua vive como en un recuerdo del Paraíso perdido y que se presenta como vehículo de una tradición inmemorial o de una Revelación que restaura la "palabra perdida" como la ramificación más directa de la "edad de los Dioses". En consecuencia, cada vez es "nuestro pueblo" y ningún otro quien perpetúa la humanidad primordial desde el doble punto de vista de la sabiduría y las virtudes; y es preciso reconocer que esta perspectiva no es ni más ni menos falsa que el exclusivismo de las religiones o, en el plano puramente natural, la unicidad empírica de cada ego. Muchos pueblos no se designan a sí mismos con el nombre que otros les atribuyen, se llaman sencillamente "el pueblo" o los "hombres"; las otras tribus son "infieles" se han desgajado del tronco; grosso modo, éste es el criterio del Imperio romano al igual que el de la Confederación de los Iroqueses.

El sentido del imperialismo antiguo es el de extender un "orden", un estado de equilibrio y estabilidad conforme a un modelo divino que por lo demás se refleja en la naturaleza, particularmente en el mundo planetario; el emperador romano, como el monarca del "Imperio celeste del Medio", ejerce su poder gracias a un "mandato del Cielo". Julio Cesar, detentador de este mandato y "hombre divino" (divus) * , tenía conciencia del alcance providencial de su misión; en su opinión nada tenía el derecho de oponérsele; (Vercingetorix) * era para él una especie de herético. Si los pueblos no romanos eran considerados como "bárbaros", ante todo es por que se colocaban al margen del "orden"; desde el punto de vista de la pax romana manifestaban el desequilibrio, la inestabilidad, el caos, la amenaza permanente.





* Divus... Ese es el hombre, ése es aquel del que tantas veces has oído la llegada prometida, Cesár Augusto, hijo de un dios, que fundará de nuevo la edad de oro en los campos donde Saturno reinó antaño y que extenderá su imperio hasta los Garamantes y sobre los Indios (Eneida VI, 791-795). César preparó un mundo para el reino de Cristo. Señalemos que Dante coloca a los asesinos de César en lo más profundo del infierno, en compañia de Judas. Cf. "Divus" JULIUS CAESAR, de Adrian Paterson, en Les Traditionnelles, Junio de 1940.



*Vercingetorix, general y jefe galo. Fue proclamado en el año 52 a. d. J. jefe de la coalición de los pueblos galos contra César. (N. del T.).

1 comentario:

Anónimo dijo...

Estimado elemento:
Te voy a agregar como favorito.
Haz lo propio conmigo y seremos felices.
Continua en tu proyecto de blog para que Micky y López se beneficien de tu felicidad.
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Curiosa la entrada de seres mitológicos, no te olvides de meter al Polifemo.